A estas alturas, me parece que Dexter Morgan ya no necesita presentación. Desde que comenzáramos a ver las aventuras de este forense especializado en la sangre de Florida, y desde el primer momento en el que todos guardamos su secreto, se convirtió en el nuevo anti-héroe favorito de muchos de nosotros.

Tras una (casi) brillante primera temporada, esperábamos ver al mismo asesino sin escrúpulos que tan bien nos tenía acostumbrados. Y llegó la decepción. La segunda temporada hacía mayor hincapié en el aspecto personal de nuestro protagonista, más que en el origen de sus impulsos…

Sin embargo, tras ese sabor agridulce que nos dejó la descafeinada segunda temporada, Dexter prometía volver. Aunque esta vez, no lo hiciera solo. Como nos rezaba la promo de esta tercera temporada: «El aprendiz, se convertirá en maestro»…

Y es que en esta tercera temporada, Dexter no trabaja solo. Por fin ha encontrado un amigo, uno de verdad. Que lo conoce, que lo sabe todo sobre él y que lo respeta. Pero como otras veces suele pasar, no es oro todo lo que reluce…

El ritmo de esta tercera temporada, se asemeja bastante al de la primera: Comienza fuerte, va decayendo hasta la mitad de la temporada y una vez pasado el ecuador, resulta imposible resistirse a la intriga de saber cómo acabará todo el embrollo.

Nuevas sorpresas, nuevos secretos y la misma trama que seguro seguirá sin dejar indiferente a nadie. Lo que sigue sorprendiéndome es la habilidad de nuestro Dexter para acabar siempre saliéndose con la suya…

Una tercera temporada que, personalmente, ha superado mis expectativas, y que como siempre, nos deja con ganas de más. Por desgracia, tendremos que esperar hasta septiembre para ver una nueva temporada de nuestro asesino favorito…

Por cierto, el propio título del post, además de hacer referencia a la tercera temporada, hace referencia a un momento importante dentro de la misma… Y de un momento en la vida de Dexter, aunque eso ya os dejo que lo descubráis por vosotros mismos… 😉