¿O es que acaso pensábais que os habíais librado de ellas? Pues dejad de pensar tanto porque las historias en tres palabras vuelven, aunque puede que cambien de protagonistas ya que ahora no somos mi compañera «¡oooh,su neutralidad!» y yo quienes las escribimos, sino más personas. Y aún así, las historias siguen sin tener sentido.

Lo que también ha cambiado es la asignatura en la que surgen. Ya no surgen en química inórganica sino en las clases de química-física. Igual de aburrida o más que la otra.

Sin más dilación, os dejo con esta nueva obra del nuevo curso:

Érase una vez, hace tiempo-tiempo… existía un rey un poco feo, casado con una (o con un) caracol gigante que podía volar y mataba guisantes con otros guisantes de un planeta lejano. Tenía un amigo invisible con grandes orejas que flotaban y que era un poco tonto.

Un buen día, se comió al elefante que vivía en una chabola y unos enanos se libraron de él tirándole ácido sulfúrico y gambas gratinadas para quitarle la sosera.

Mientras, los extraterrestres echaban un Risk por ser domingo, antes de ir a rezar al aro del planeta acompañados por su tía que’taba tuerta hasta las trancas. Además, una gamba se comió al gambón de la tribu y viajó al fututo para que su ‘yo’ se salvase de su lado oscuro antes que «mami» dominase la Tierra y convertir así su jardín botánico en el nuevo Imperio de la… (chan chan chachan…) Gamba, y después se despertó pensando más tonterías:

Más tarde, compró el Guitar Hero y dos litros de pacharán para poder comerse un buey africano indigesto que cocinó con un poquito de ajo quemado.

No sabía qué hacer al enterarse de que las gambas, habían mutado y se habían revelado sin consultarle nada. Para solucionarlo, voló el parlamento gambíl con él dentro…

Como veis, esta vez el pobre Moe se ha librado de que lo matasen, pero quién sabe por cuánto tiempo…